miércoles, 22 de julio de 2015

Hay despedidas que no queremos pero, debemos.

Hay despedidas que se quieren dar, quizá por lo fatigados que estamos de ciertas situaciones. Y también están esas que no se quieren dar pero, deben pasar.

Ayer tuve una de las despedidas más dolorosas, yo no quería, jamás quise. Pero, pasó. Tenía que pasar. Y como dice un personaje de uno de mis libros favoritos: "la vida no es una maquina de conceder deseos". Mi deseo era él, y si les soy sincera, siempre lo será. Pero no se me ha podido conceder. Y soy como una niña pequeña que llora porque no le pueden conceder sus deseos. 

Lloro, me permito llorar porque vale la pena. Él lo vale. He llorado por personas que valen un 0%, ¿por qué no llorar por él, que lo vale todo? Así puedo quizá, limpiar el dolor que siento. Y lo haré el tiempo que sea necesario. 

Jamás había estado tan feliz y triste al mismo tiempo. Porque mi deseo no se ha hecho realidad, pero si la vida me dio la oportunidad de sentirme amada, ¿acaso tenía yo en mente que algún día me sentiría así? He tenido tanta mala suerte hasta ahora, que una persona tan hermosa como él jamás había entrado a mi vida y pensé que jamás lo haría. Él es hermoso, no sólo físicamente, sus valores, su personalidad, absolutamente todo. Y estoy feliz de saber que existe un hombre así como en los libros que tanto he leído, y más aún que me haya querido. 

No ha pasado ni un día, siento que han pasado cien. Antes de cerrar mis ojos y dormir, pensé en los largos días que me esperaban y le susurré un "te querré siempre" al aire, esperando que le llegara, que lo escuchara, ojalá y lo haya hecho porque se lo susurraré todas mis noches. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe lo que pienses.